lunes, 25 de febrero de 2008
El Barrio alicantino
Esta ha sido una actualización meditada, pensada durante varios días y es que será y es mi primera actualización. Después de plantearme miles de temas se me iluminó la bombilla y me decidí a contar mi historia con el casco antiguo de Alicante: hace ya 4 años que comencé a enamorarme de él, y fue precisamente el día de la procesión del barrio de la Santa Cruz...
en mi casa nunca me han inculcado unos valores cristianos demasido fuertes, mi madre siempre me ha dicho que es una decisión muy importante que debería tomar por mí misma cuando tuviera "dos dedos de frente" pero durante muchos años, más o menos 10, siempre me ha hablado de una procesión de semana santa, una procesión increíble, llena de magía y sentimientos a la que solía ir años atrás y desde muy pequeña. Y fue así como una miércoles de ceniza vino a recogerme al colegio y nos subimos al barrio a ver la esperada procesión, depués de estar esperando un par de horas y tras una discusión con una "guirufa" que nos quería quitar nuestro portal de oro empecé a ver que había movimiento: la gente empezaba a guardar silencio, hombres desde los 2 hasta los 70 años con sus toallas en el cuello comentaban la bajada que les esperaba por aquellas empinadas e interminables escaleras que poco a poco se estrechaban. Yo estaba allí, en aquel portal en el que solo cabían dos personas, mi madre y yo, justo en la curva más peligrosa de la bajada (y es que mi madre no me iba a llevar a la parte fácil del recorrido, no!). Las ansias por saber que iba a pasar por allí me comían por dentro y entonces...silencio absoluto...y comencé a oir sonar tambores, fuerte, muy fuerte como si fueran los latidos de mi corazón.La policía empezo a echar para abajo a la gente que no cabía, a los últimos en llegar- por fin justicia, las discusiones acaloradas habían dado su fruto- y comenzaron a bajar los capuchinos tocando esos tambores a escasos centímetros de mí, como si la vida les fuera en ello, el sonido era atronador. Entre ellos las Manolas con sus tacones de vértigo y guapas a rabiar, y entonces... El Cristo Gitano o Cautivo, flaco, muy expresivo y recubierto de claveles que dejaban ese aroma especial allí por donde pasaban. Esos colores y todos aquellos hombres gritando y haciendo cadenas interminables para que aquella maravilla no se les fuera escaleras abajo produjo en mí aquello que mi madre llevaba años explicándome y, que en verdad, no tiene explicación. Después del gitano vino La Virgen, bajada por mujeres, con sentimiento, devoción y valentía y unos minutos más tarde el Cristo Nazareno con su larga melena y su capa de terciopelo. Por último y como guinda en un pastel El Descendimiento, un paso compuesto por 5 figuras y que debe de pesar un par de toneladas seguro, pero eso no era impedimento para que aquellos hombres de toalla al cuello bajaran los escalones con esa expresión maravillosa en sus caras, sudando gotas de alegría...y fue entonces cuando más cerca estuvieron de mí, pude tocar esos dulces claveles sin necesidad de estirar el brazo, al pasar se llevaron cuesta abajo el bolso de mi madre y todos esos sentimientos que recorrian mi cuerpo y se agolpaban en la garganta por salir, salieron en forma de lágrimas. Lágrimas de ilusión, de felicidad, de satisfacción, lágrimas que explicaban todo aquello que mi madre nunca pudo llegar a explicarme. Ahora lo entendía todo, el barrio me había calado hondo, me había enamorado.
Gracias Nieves Martínez Martínez.
Altea.
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1 comentario:
Despues de haber leido tu relato,creo que como vivirlo en directo no hay nada pero el corazon se me ha estrujado segun iba leyendo(cuatro años sin ir son mucho)una fotito por favor?
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